En el libro Un mago de Terramar, de Ursula Le Guin, la magia se produce al pronunciar el verdadero nombre de las cosas. La palabra tiene peso, ya que si se menciona algo con su nombre, se interfiere sobre lo nombrado. Me gusta el hecho de que se mezcle la magia con algo tan cotidiano como la palabra, y al mismo tiempo pienso que esto no es tan lejano en nuestra vida. Conozco gente cuya palabra tiene poder: cuando dice algo, lo cumple.
Son personas que cuidan lo que dicen, que hablan con conciencia. Si dicen que van a hacer algo, lo hacen; si dicen que van a llegar a cierta hora, llegan. Esto también genera que esa persona crea lo que dice. Su mente se torna aliada; sabe que, si se decidió por algo, tiene que enfocar su atención y energía en que eso se realice. Incluso si le dan ganas de hacer algo, por ejemplo quiere comer mejor o enfocarse más en lo que desea lograr, es mucho más probable que llegue a realizarlo. Hay poder en la palabra pensada y pronunciada.
En contraposición, también conozco muchas personas cuya palabra no tiene poder: dicen que va a empezar algo y tal vez no lo hagan, o lo dejan después de un primer intento, o te dicen algo y no lo cumplen. Aun si se proponen algo que les da ganas y les haría bien, es posible que no lo lleven a cabo sólo porque su mente no se lo toma en serio.
Dar fuerza a la palabra es también dar fuerza al pensamiento. Y esto podemos entrenarlo de muchas formas. Te proponemos una de esas formas, utilizando una técnica de meditación. Al entrenar la meditación la mente quiere dispersarse todo el tiempo. Quiere pensar en otras cosas, agarrar el teléfono, ir a la computadora, hacer un café, lo que sea. La idea es la siguiente: negociar con la mente. Al disponerse a meditar, proponer: voy a concentrarme y a aquietar mis pensamientos por dos minutos, y luego, voy a hacer esto que tantas ganas me dan de hacer. Usar esos dos minutos para concentrarse intensamente, con intención, y luego cumplir lo prometido: ir a hacer aquello que la mente quería. Si siempre cumplimos, nuestra mente sabrá que va a suceder aquello que queremos, y podremos negociar más tiempo de concentración, haciendo que la técnica se torne cada vez más interesante. Así, la mente será una aliada para la concentración y se generará un vínculo de confianza y reciprocidad.
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